martes, 22 de abril de 2008

Pesaj, el Libelo de Sangre y la Democracia





A propósito de la celebración de Pesaj – o Pascua Judía - les presentamos un breve estudio sobre la falsa acusación de crimen ritual contra los judíos: una falsa acusación que durante siglos generó la estigmatización, persecución y matanza del pueblo judío.

Antes, una breve explicación de la celebración de Pesaj para quienes no la conocen: se trata de la conmemoración de la liberación del pueblo de Israel del yugo esclavista de los Faraones de Egipto relatada en el libro bíblico del Éxodo. Es además el hito que marca el nacimiento del pueblo como tal, que al liberarse de la esclavitud, recibió la Ley en el Monte Sinaí. Pesaj dura ocho días – siete en Israel- durante los que se prohíbe la ingesta de alimentos derivados de cereales fermentados y en su lugar se acostumbra a comer matzá – o pan ácimo-. Esta costumbre recuerda que los judíos salieron de Egipto con prisa y sin tiempo para dejar leudar el pan para el camino. Durante las primeras dos noches de la festividad – y sólo durante la primer noche en Israel- se lleva a cabo una cena tradicional en la que se relata la historia de la salida de Egipto con especial participación de los niños de la familia quienes tienen protagonismo puesto que la cena está dedicada a enseñarles la historia de sus antepasados y del origen del pueblo Judío. Como dato histórico agregamos que es probable que la Última Cena de Jesús haya sido la tradicional cena de Pesaj.


Volviendo al estudio que nos proponemos, elegimos estas fechas pues una de las versiones más tristemente famosas del denominado libelo de sangre -falsa acusación contra el pueblo judío- se basó en supuestos ritos antropófagos que algunos cristianos sostenían eran desarrollados por los judíos durante esta festividad.

Joshúa Trachtenberg [1], enseña que “De todas las acusaciones fantásticas contra el pueblo judío, la que gozó de más constancia y notoriedad y produjo las consecuencias más terribles es la llamada acusación de asesinato ritual. En su versión popular, injertaba en el ritual judío la necesidad de utilizar sangre cristiana en el servicio de la Pascua hebrea.

Esta acusación de crimen ritual forma parte de una amplia gama de supersticiones anti-judías que se desarrollaron a lo largo del medioevo, principalmente en Europa, entre las que pueden destacarse: la conceptualización del judío como: “demonio encarnado”, “anti-cristo”, poseedor de “cuernos y cola”, “brujo”, “envenenador”, “profanador de la hostia y de las imágenes sacras del cristianismo”, “usurero” e “infiel” o “hereje”[2].

Nos preguntamos con Trachtenberg, “¿Cómo es posible que los hombres crean de los judíos lo que el sentido común les impediría creer de ningún otro ser?” [3]. Su respuesta resulta reveladora: “esas personas creen en esas cosas porque quieren creer en ellas. Están predispuestas a aceptar cualquier acusación, independientemente del mérito objetivo que concuerde con su noción preconcebida de los judíos. Los cargos específicos no son más que racionalizaciones de un ánimo subyacente” [4].

Lo extendido de este libelo -falsa acusación- no demuestra su autenticidad -el concepto de lo “verdadero” no se rige por la lógica de las mayorías!, o ¿acaso el sol giraba alrededor de la tierra antes de Galileo…?- sino que pone en evidencia la uniformidad existente en materia de prejuicios anti-judíos de la Europa cristiana medieval. De hecho: “Probablemente sea sintomático que, al mismo tiempo que la acusación de la sangre surgía en Inglaterra y Francia, los judíos eran acusados en Alemania de una cantidad de asesinatos de ese género” [5].

Lo paradójico de la acusación del crimen ritual es que, pese a que su máximo desarrollo se dio en el seno de las comunidades cristianas -con honrosos intentos de ponerles freno como el caso famoso del Papa Inocencio IV- el mito tiene un claro origen pagano: “Probablemente la noticia más antigua de una acusación de asesinato ritual se debe a la pluma de un escritor precristiano, Demócrito, quien afirmó que cada siete años los judíos capturaban a un forastero, lo llevaban al templo de Jerusalén y lo sacrificaban, cortando su carne en pedazos.” [6]

El historiador Ben Sasson explica que: “La hostilidad (contra los judíos) se refleja en los escritos de la época, principalmente en la literatura greco-egipcia compuesta en Alejandría y las obras que representan la vida de las clases altas de la sociedad Romana durante el período inicial del Imperio. Varios autores acusaron al judaísmo de animosidad contra la raza humana (…) Otros inventaron calumnias sobre el origen y las costumbres judías (…) La tendencia anti-judía culminó en los escritos del influyente autor greco-egipcio Apion del siglo I E.C. y del famoso historiador romano Tácito de principios del siglo II E.C.”[7].

Toda esa hostilidad judeo-fóbica en el seno de la cual nació la acusación de crimen ritual era exclusivamente pagana -greco-egipcia primero, romana después-.

Semejante afrenta contra el judaísmo y los judíos nunca podría haberse gestado hace dos milenios en el seno de las primeras comunidades cristianas, las que hasta mucho tiempo después de originadas siguieron ligadas física y espiritualmente al judaísmo del que habían partido [8].

Sólo dentro de una cosmovisión irracionalista del mundo como la que tenía el paganismo de la antigüedad puede pergeñarse semejante imputación contra los judíos.

El libelo de sangre quizá constituya la proyección sobre los judíos que el pagano hace de sus propias costumbres: recordemos que la Biblia hebrea -la Torá- prohíbe el sacrificio humano, el que era sin embargo una práctica usual entre los pueblos contemporáneos al antiguo pueblo hebreo.

Durante el Medioevo el primer ejemplo de la denominada acusación ritual se dio alrededor del año 1100 en el marco de un “ataque polovtziano” a Kiev. Según el relato se acusó a los judíos de crucificar al Monje Eustratios, para celebrar la Pascua Judía.[9]

Los primeros crímenes rituales no tenían nada que ver con la Pascua hebrea, o mejor dicho con ninguna festividad judía”[10]. Recién con el paso del tiempo, se fue enlazando dentro del imaginario colectivo cristiano a la festividad de Pesaj con el crimen ritual en general, y con el libelo de sangre, en particular.

A lo largo de la Edad Media se verifican varias acusaciones rituales de este tipo: en Norwich (1144), en Gloucester (1168), en Blois (1171), en Bury St. Edmonds (1181), en Pontoise, Braisne y Zaragoza (1182), en Winchester (1192) y Lincoln (1255).

En ninguno de estos episodios infamatorios -salvo en el de Lincoln en donde se celebró un “juicio” que terminó con el ahorcamiento de diecinueve judíos- se practicó juicio alguno contra los supuestos “martirizantes hebreos”.

La magnitud y extensión de la acusación de crimen ritual contra los judíos fue tal que trascendió la chusma popular para introducirse en uno de los documentos legales más relevantes de toda la historia de la Edad Media: las Siete Partidas de Alfonso X, El Sabio. Allí, en un decreto específico del año 1263, se lee: “Hemos oído decir que en algunos lugares durante el Viernes Santo los judíos roban niños y los ponen en la cruz de una manera burlesca…” [11]

Nótese que la acusación ritual no necesariamente importaba un libelo de sangre. No se hacía referencia a la supuesta utilización de la sangre cristiana por parte de los judíos. En general la acusación versaba sobre supuestas crucifixiones de cristianos: indudablemente, para algunos, el pueblo judío era considerado “deicida” por haber matado a “dios” -o al hijo de dios- mediante el tormento de la cruz.

Desde esa históricamente errada concepción -pues fueron los romanos quienes crucificaron a Jesús- se proyectaban acusaciones contra los judíos: si los hebreos crucificaron a dios, ¿por qué no habrían de crucificar esporádicamente a simples cristianos?...

Recién en el año 1235 se menciona por primera vez, en Fulda, a la “sangre” como ligada a un supuesto ritual judío macabro y en 1247 en Valréas, Francia.

Dice Trachtenberg: “un judío, después de haber sido torturado, confesó que un niño muerto que fue hallado con heridas en la frente, las manos y lo pies, había sido crucificado de acuerdo con la costumbre judía de celebrar la comunión el sábado de Pascua con la sangre de niños cristianos”[12].

Como consecuencia de los numerosos casos similares al de Valréas que surgieron durante el siglo XIII, el Emperador alemán Federico II convocó a una comisión de eruditos y conversos judíos de toda Europa para que se expidieran respecto de, si según sus costumbres, “los judíos necesitaban sangre cristiana” para celebrar las pascuas:

En aquella ocasión se afirmó con la mayor claridad que los judíos no producían daño alguno a los niños cristianos y que no precisaban sangre de los mismos para la realización de sus ritos. En 1236 el Emperador publicó una Declaración Especial anunciando los resultados de su investigación; el Papa Inocencio IV, adversario del emperador, declaró asimismo que las acusaciones de crimen ritual carecían de fundamento. Pero (…) la mayoría de los cristianos de Occidente no creyó en los resultados de la investigación ni en las declaraciones del Emperador y el Papa, y las calumnias continuaron realizando su acción.” [13]

Otra mutación de la acusación ritual se dio durante el siglo XIV y se consolidó un siglo después con la idea basal de que durante la Pascua hebrea los “judíos emplean sangre cristiana para hornear el pan ácimo (Matzá) o la mezclan con el vino ritual”.

El primer libelo de sangre es uno acaecido en Saboya en 1329, en donde un judío -sometido a tortura física- “confesaba” que los hebreos “confeccionan con las cabezas y entrañas de los niños cristianos asesinados un emplasto o comida llamada Haroset [14], que ellos comen durante su Pascua en lugar de efectuar un sacrificio…”[15]

Como explica Joshúa Trachtenberg, esta última versión del libelo de sangre, fue invocada como uno de los principales motivos que justificaron la expulsión de los judíos de España en 1492: “los judíos beben sangre cristiana”, se argumentaba.

El libelo de sangre fue enarbolado durante muchos siglos más -se verifican casos en los tardíos años de 1834, 1840 y 1891 por ejemplo- pudiendo detectarse acusaciones rituales en contra de los judíos ya comenzado el siglo XX, como aquella en que se acusó al judío Menahem Mendel Beilis en la ciudad de Kiev en 1912 y que tan bien relatara en su novela “Hombre de Kiev” el escritor estadounidense Bernard Malamud.

Lamentablemente el antiguo libelo de la sangre medieval y que llegó a estar presente en la Europa de los siglos XIX y XX, aunque suene increíble, en la actualidad aún es utilizado en diversos países del mundo y se difunde con el aprovechamiento de los medios de comunicación modernos:

Como relata David Mandel[16]:

Siria "En 1986 el Ministro de Defensa de Siria, Mustafa Tlass, escribió un libro La matzá de Sion, donde acusa a los judíos de asesinatos rituales. El libro se convirtió en un éxito de librería: está en su octava impresión y ha sido traducido al inglés, francés e italiano (…) En el año 2001 una compañía egipcia de cine produjo una película, Jinete sin caballo, basada en el libro de Tlass. (…) En el año 2003 la televisión siria presentó una serie llamada Ash-Shatat -La Diáspora- donde acusó a los judíos de conspirar para apoderarse del mundo y de matar niños cristianos para elaborar las matzot con su sangre.”

Iran "En el año 2005 la televisión de Irán presentó una acusación similar. Un año antes, la misma emisora acusó a los doctores israelíes de robar órganos de niños palestinos en los hospitales de Israel."

Arabia Saudita "Demostrando originalidad digna de encomio, un periódico de Arabia Saudita escribió que la sangre se utiliza para confeccionar… los bizcochos que se comen en el festival de Purim.”

Federación Rusa: “En el año 2005 veinte parlamentarios rusos pidieron al gobierno que declare ilegales a todas las organizaciones judías por ser "anti cristianas y practicar asesinatos rituales". Es importante dejar bien claro que el intento de difamación y proscripción de estos parlamentarios miembros de la ultraderecha antidemocrática de ese país no prosperó.

Surgen muchos interrogantes, entre los que se destaca uno recurrente:

¿Por qué la judeofobia (o antisemitismo)?

Un intento de respuesta a ese interrogante que esboza Joshúa Trachtenberg y que compartimos, se asemeja a la intentada por Jean Paul Sartre en su libro “Reflexiones sobre la cuestión Judía” [17], en donde el filósofo francés consideró que el “antisemitismo es un sentimiento” y no una cuestión racional.

La historia enseña que estas supersticiones son el producto del prejuicio contra los judíos o contra el judaísmo y no lo inverso: el considerar a los judíos como “devoradores de sangre” es la consecuencia de ciertos pre-juicios subyacentes, en donde el judío como “el no otro”, constituye la amenaza de lo infra-humano, del caníbal, de lo bestial.

Al deshumanizar al judío -pues un hombre que bebe la sangre de otros hombres, no puede ser considerado más que un “diablo”, o un “animal” con cuernos y cola-, queda expedita la vía para su eliminación física sin culpas ni remordimientos -y eso es lo que terminó sucediendo en la Shoá Holocausto la que no casualmente se dio en el seno de la Europa en donde la acusación de crimen ritual contra los judíos fue la constante durante siglos-.

Como refiere el filósofo Richard Rorty en su magistral "Derechos Humanos, Racionalidad y Sentimentalidad"[18]: el primer paso para la violación de los Derechos Humanos se da cuando se comienza a despersonalizar al “otro”, cuando a los hombres y mujeres se los degrada y les son arrasados sus atributos propios que los construyen como personas dignas de respeto.

El mecanismo de la inconsciente superstición judeo-fóbica medieval fue la plataforma desde la que se estigmatizó, persiguió y masacró a sinnúmero de judíos durante siglos.

La irracionalidad y los “sentimientos” de las masas trascendieron ampliamente el fuero interno consumando uno de los más tristes capítulos de la historia de la humanidad. En términos buberianos [19], durante siglos existió una relación Yo-Ello, en donde el judío constituía una “cosa” (Ello) con la que no se entra en una relación “dialógica” (Yo-Tú) sino que el “Yo” la degrada, la apropia y la destruye a placer.

Creemos junto con el brillante filósofo argentino Carlos Nino que, la existencia del “otro igual” constituye el presupuesto fundamental del diálogo y su sucedáneo político, la democracia [20].

Sólo el Estado de Derecho democrático y constitucional con un fuerte sistema de protección de las minorías que viven en su seno, puede combatir con cierto éxito desde su racionalidad y humanismo, la propagación del odio y la repetición de prejuicios ancestrales.

Es muy probable que gran parte de la judeofobia que se desarrolló durante los siglos de la Edad Media – y que arraigó en las sociedades y la cultura, pues siguió y sigue mostrando síntomas heredados de aquella época- no se habría impuesto con semejante crueldad y falta de racionalismo, si la democracia – y su férrea defensa de las minorías- se hubiese impuesto históricamente antes.

El prejuicio, y la irracionalidad encuentran terreno fértil en el seno de dictaduras, autocracias, feudalismos, y regímenes populistas. Lo antedicho, es tan válido para el medioevo como para la actualidad.

La festividad de Pesaj, al recordar la liberación de la opresión y el sometimiento a la Ley junto con la supresión definitiva de la no dialógica relación amo-esclavo, convoca a todos los defensores de la racionalidad a continuar en la lucha de la defensa irrestricta del humanismo y del único sistema político que lo puede garantizar: la democracia con su protección efectiva de los Derechos Humanos.

NOTAS

1. Joshúa Trachtenberg, El diablo y los judíos. La concepción medieval del judío y su relación con el antisemitismo moderno, Ed. Paidos, Bs. As., p. 176
2. Joshúa Trachtenberg, Ibíd.: conceptualizaciones analizadas a los largo del libro
3. Joshúa Trachtenberg, Ibíd., p. 15
4. Joshúa Trachtenberg, Ibíd., p. 16
5. Joshúa Trachtenberg, Ibíd., p. 183
6. Joshúa Trachtenberg, Ibíd., p. 179
7. H.H Ben Sasson, Historia del Pueblo Judío. Tomo II, Alianza Editorial, p. 338/9
8. Sobre el origen del Cristianismo y su relación con el Judaísmo ver: Mario Saban, Todos somos judíos. Las raíces judías del Cristianismo, Ed. Beas, Colección Nuevo Saber, Bs. As.
9. Joshúa Trachtenberg, Ibíd., p. 184
10. Joshúa Trachtenberg, Ibíd., p. 184
11. Joshúa Trachtenberg, Ibíd., p. 187
12. Joshúa Trachtenberg, Ibíd., p. 187
13. H.H Ben Sasson, Ibíd., p. 571
14. El “haroset” constituye una mezcla de manzana rallada o dátiles picados, nueces y vino, que forma parte esencial de la cena tradicional de Pesaj, al rememorar simbólicamente el color de los ladrillos que tenían que fabricar los esclavos hebreos en Egipto.
15. Joshúa Trachtenberg, Ibíd., p. 191
16. David Mandel, El libelo de la sangre, Mi enfoque desde Israel, Diario Comunidades, Buenos Aires 16 de abril de 2008, p. 5.
17. Jean Paul Sartre, Reflexiones sobre la cuestión Judía, Editorial Seix Barral, España
18. Shute, S. & Hurley, Derechos Humanos, Racionalidad y Sentimentalidad, S. Eds., Madrid, Trotta, 1995.
19. Para más detalles sobre la teoría de Martín Buber, ver: Mariano Ure, El diálogo Yo-Tú como teoría hermenéutica en Martín Buber, Editorial Eudeba, Bs. As.
20. Ver: Carlos Nino, La Constitución de la Democracia Deliberativa, Editorial Gedisa, Bs. As.

3 comentarios:

  1. Excelente articulo, es increible como la historia se repite una y otra vez. Gracias por traer un poco de luz a tanta ignorancia, quiza esta sea la forma de apagar un poco los prejuicios e intolerancia de muchos.

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  2. Muy interesate el articulo.
    En mi caso debo confesar que el tema me parecio en
    un principio como extemporaneo ya que no forma parte
    de lo que mi radar indicaba era el glosario actual de
    acusaciones antijudios.
    Conclusion, despues de enterarme de los escritos de
    Siria, Arabia Saudita y los hechos de Iran y Rusia, la
    verdad es que creo que no lo es, y no deja de
    sorprenderme como en la humanidad aun existe terreno
    fertil para semejates dislates.
    Aunque tampoco eso deberia sorprenderme al leer y
    escuchar las cosas que andan dando vuelta sobre el
    conflicto arabe israeli

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  3. Cuando nos acerquemos a la Tora desaparecerá el antisemitismo

    http://www.jabadurquiza.com/

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